Obama
El espectáculo ya casi roza lo grotesco. Con motivo de la celebración de la cumbre del G20, Sarkozy intentó sin éxito entrevistarse con Obama. Para pasar de incógnito, ordenó a las fuerzas aéreas francesas que uno de sus aviones cruzara el Atlántico y estuviera listo para desplazarse hasta Chicago en cualquier momento. La broma le costó una porrada de euros al contribuyente francés. Y finalmente para nada. Obama se negó a recibirlo alegando que sólo era el presidente electo. Y en EE UU esa no es una cuestión baladí. Ayer, cuando el nuevo presidente todavía no había jurado el cargo, Sarkozy declaraba que estaba impaciente porque Obama tomara posesión y juntos empezaran a trabajar para cambiar el mundo. Hoy ya anuncia que en abril, con motivo de la cumbre de la OTAN que se celebrará en Estrasburgo, ya está previsto un tête à tête entre ambos mandatarios. Pero las pretensiones y ambiciones de Sarkozy son de mayor envergadura que un simple encuentro. El francés no oculta sus aspiraciones de convertirse en el interlocutor privilegiado de EE UU en Europa. Lleva haciendo méritos desde que accedió a la presidencia de la República, para restablecer la confianza que se quebró con motivo de la invasión de Irak, entre París y Washington.
Y si la actitud de Sarkozy roza el ridículo, la de Zapatero tampoco le va a la zaga. Estos días tanto él como Moratinos y el resto, se deshacen en elogios sobre el flamante presidente de EE UU. Le vamos a ayudar en sus tareas sobre el cambio climático... y un montón de cursilerías del mismo estilo. Hasta Leire Pajín, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, establece un paralelismo entre Obama y Zapatero, refiriéndose a las esperanzas que la elección de ambos suscitó en sus respectivos países. Se olvida que el nuestro a lo sumo que puede aspirar es a jugar el papel de comparsa. O sea, el que George W. Bush le negó una y otra vez pese a sus genuflexiones.
Obama, a diferencia de Sarkozy y Zapatero, además de gozar de una popularidad mundial sin precedentes, política e intelectualmente es mucho más sólido que sus dos colegas. Y, además, es el político más poderoso del mundo. Como lo han sido todos sus antecesores en el cargo. Incluido el inefable tejano que ha dejado la mitad del planeta en guerra contra la otra mitad.