ORALLO

Publié le par Manolo Barrero

ORALLO

Vine al mundo en este pequeño pueblo del Ayuntamiento de Villablino (León). Y pese a no haber vivido en él nada más que mis primeros cuatro años de infancia siempre lo he llevado conmigo sin disimulo y con orgullo. En él están todos los recuerdos de infancia y albores de adolescencia. Pues allí solía acudir fines de semana y parte de vacaciones hasta mi expatriación a Francia en 1961. Regresé a la casa natal a finales de 1978. Una corta estancia de 3 años. Los suficientes para reencontrarme con gentes conocidas. Amigas y enemigas. Porque Orallo tiene su propia y singular historia. Silenciada durante muchos años - y todavía hoy - por razones obvias. La dictadura y la mala conciencia de muchos han sepultado bajo una losa de plomo las atrocidades y miserias de este pequeño pueblo de la montaña Astur-Leonesa. Yo también asumo en primera persona una gran parte de este silencio cómplice. Formo parte de esa generación de postguerra marcada y estigmatizada por la derrota. Mi abuelo paterno Eliecer Rodríguez fusilado, sus restos yacen, al parecer, en algún lugar del término municipal de Palacios del Sil. Mi tío Pepe Barrero fusilado, sus restos reposan en una fosa común en algún lugar de la provincia de Zamora. Mi otro tío Benedicto Barrero, también fusilado, hoy reposa en el panteón familiar de Orallo. Eso sí, merced al arrojo de quienes una noche de luna llena desenterraron clandestinamente sus restos del lugar donde los falangistas lo enterraron deprisa y corriendo. A la salida del pueblo al lado del camino que lleva a la braña. Previamente la familia había realizado gestiones con el cura del pueblo, un tal D. José de apariencia bonachona pero de plena obediencia al régimen. Al principio todo fueron buenas palabras y largas. A final se despachó con la factura. El traslado costaría unas 16.000 Ptas de la década de los 60. Una verdadera fortuna. Jamás hemos podido averiguar a quien iban destinadas ni en concepto de qué. Hoy ya quedan muy pocos o probablemente ninguno de todos aquellos que sabiéndolo no se atrevieron a denunciar este acto clandestino. Los amigos por razones obvias y los enemigos por su mala conciencia. Éstos últimos no movieron ni un dedo cuando entre falangistas lo vieron salir de la comandancia (Casa de MSP frente a casa de Eloy) y atravesar el pueblo. Todos sabían como terminaría el paseo. Durante años he visto sus rostros, durante años supe que en algunas de sus casas guardaban el producto del saqueo de la casa de mis abuelos. Nos les dejaron casi nada. Salvo cuatro enseres que pudo rescatar Aurora la del Carbachón. El resto, incluida la cabaña ganadera (12 vacas y un caballo) pasaron a engordar el patrimonio de los vencedores. Para eso se hacen también las guerras. Para enriquecerse. Mi abuelo materno primero huido y después en la cárcel así como el resto de la familia. Mi abuelo paterno primero en la cárcel y después fusilado. Ambos habían cometido el delito de ser republicanos y honrados trabajadores. Al igual que todos aquellos que defendían el orden constitucional que tanto invocan hoy los descendientes del dictador. Eso sí, el suyo.

Algunos de cuantos se asomen a este blog que tenía abandonado puede que se pregunten a qué viene todo esto y a estas alturas. Pues simplemente a una necesidad de acabar con esa sensación de culpabilidad inoculada por esa transición políticamente correcta que acabó desdibujado quienes éramos y hasta nuestros propios orígenes. Hasta el PCE en el que milité durante muchos años pasó por el aro en aras de la famosa reconciliación nacional. Borrón y cuenta nueva. Eso sí, para los vencedores y criminales de guerra. Los perdedores siguen en las cunetas o haciéndole compañía a Franco y a José Antonio en el Valle de los Caídos, aunque sea en contra de la voluntad de sus familiares. Algún día esta izquierda tan políticamente correcta debería hacer autocrítica por su innoble y vergonzoso comportamiento. Máxime, teniendo en cuenta que el PSOE ha gobernado este país más de dos décadas.

En la foto que ilustra este artículo, la Casa de Barrero, mi abuelo, donde nací. Fue requisada y durante años sirvió de campo de concentración (pese a que a algunos les moleste esta denominación) oficialmente campo de trabajo. En ella albergaron a un batallón de trabajadores republicanos que redimieron sus penas trabajando en la mina, para gloria de la MSP, en cuyo Consejo de Administración se sentaban entre otros el Conde de los Gaitanes y Ussía y Milán del Bosch. Franco cuidaba bien a sus amigos. Mano de obra barata o más bien gratis. Puede que siga contando esa parte desconocida de la historia de mi pueblo. Es casi un deber de memoria con los olvidados.

 

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